sábado, 21 de febrero de 2009

las barbaridades de la biblia


Las barbaridades de la Biblia
Por D B N
Dentro de nuestra sociedad, cuando uno habla de moral y de sabiduría, uno de los primeros libros que se vienen a la mente es la Biblia. Usualmente se piensa en la Biblia como un libro lleno de moral absoluta, justicia, amor y enseñanzas sin igual. Sin embargo, cuando uno se aventura a leer la Biblia al detalle y más ampliamente, sin limitarse a lo que los sacerdotes o pastores nos dicen que leamos, el libro sufre una metamorfosis extrema: pasa de ser el libro de amor y sabiduría al libro de las barbaridades y la inmoralidad, o en el mejor de los casos, la falsa moral.
Por ejemplo, en Éxodo 32, 25-34 podemos ver una muestra de la actitud inmisericorde y vanidosa de Dios:
“Y viendo Moisés que el pueblo estaba desenfrenado, porque Aarón lo había permitido, para vergüenza entre sus enemigos, se puso Moisés a la puerta del campamento, y dijo: ¿Quién está por Jehová? Júntese conmigo. Y se juntaron con él todos los hijos de Leví. Y él les dijo: Así ha dicho Jehová, el Dios de Israel: Poned cada uno su espada sobre su muslo; pasad y volved de puerta a puerta por el campamento, y matad cada uno a su hermano, y a su amigo, y a su pariente. Y los hijos de Leví lo hicieron conforme al dicho de Moisés; y cayeron del pueblo en aquel día como tres mil hombres. Entonces Moisés dijo: Hoy os habéis consagrado a Jehová, pues cada uno se ha consagrado en su hijo y en su hermano, para que él dé bendición hoy sobre vosotros. Y aconteció que al día siguiente dijo Moisés al pueblo: Vosotros habéis cometido un gran pecado, pero yo subiré ahora a Jehová; quizá le aplacaré acerca de vuestro pecado. Entonces volvió Moisés a Jehová, y dijo: Te ruego, pues este pueblo ha cometido un gran pecado, porque se hicieron dioses de oro, que perdones ahora su pecado, y si no, ráeme ahora de tu libro que has escrito. Y Jehová respondió a Moisés: Al que pecare contra mí, a éste raeré yo de mi libro. Ve, pues, ahora, lleva a este pueblo a donde te he dicho; he aquí mi ángel irá delante de ti; pero en el día del castigo, yo castigaré en ellos su pecado.”
Lo primero que podemos ver es la actitud vanidosa y ególatra del dios bíblico, pero lo más chocante y la actitud más inmoral que él mismo dictamina es un genocidio de inocentes. ¿Para qué? Para nada, pues supuestamente era una especie de sacrificio que serviría para resarcirse del pecado cometido. Pero más adelante Dios le dice a Moisés que en el día del castigo, ellos pagarán por su pecado.
Aquí hay algo contradictorio con la idea popular de un dios absolutamente bueno y misericordioso, ya que Dios insiste con terquedad en que el pueblo pagará por el pecado (que no fue más que adorar a otros dioses, lo que da una muestra de cómo se origina la intolerancia hacia otras religiones con otros dioses) a pesar de ya haber cumplido el pueblo con el genocidio que él mismo ordenó.
Conclusión: Dios absolutamente absurdo y rencoroso.
En un caso aún más sorprendente, se narra la muerte de una persona que violó el mandato del día de reposo:
“Estando los hijos de Israel en el desierto, hallaron a un hombre que recogía leña en día de reposo. Y los que le hallaron recogiendo leña, lo trajeron a Moisés y a Aarón, y a toda la congregación; y lo pusieron en la cárcel, porque no estaba declarado qué se le había de hacer. Y Jehová dijo a Moisés: Irremisiblemente muera aquel hombre; apedréelo toda la congregación fuera del campamento. Entonces lo sacó la congregación fuera del campamento, y lo apedrearon, y murió, como Jehová mandó a Moisés.”
—Números 15, 32-36.
En este pasaje, claramente el pueblo no está seguro de qué hacer con el hombre, pero vino el buenísimo de Dios y puso las cosas en su lugar: muerte para el hombre. Esta actitud podríamos clasificarla como propia de un ente sediento de sangre, vengativo y absolutamente intolerante. ¿Aquel hombre hizo mal a alguna otra persona? Evidentemente no. Su única falta fue realizar una actividad que Dios no contemplaba digna de hacerse en el día de reposo. Lo que Dios quería era que lo adoraran. Conclusión: Dios absolutamente vanidoso.
En Romanos 13, 1-7, encontramos una muestra clara de obediencia absoluta a la autoridad:
“Sométase toda persona a las autoridades superiores; porque no hay autoridad sino de parte de Dios, y las que hay, por Dios han sido establecidas. De modo que quien se opone a la autoridad, a lo establecido por Dios resiste; y los que resisten, acarrean condenación para sí mismos. Porque los magistrados no están para infundir temor al que hace el bien, sino al malo. ¿Quieres, pues, no temer la autoridad? Haz lo bueno, y tendrás alabanza de ella; porque es servidor de Dios para tu bien. Pero si haces lo malo, teme; porque no en vano lleva la espada, pues es servidor de Dios, vengador para castigar al que hace lo malo. Por lo cual es necesario estarle sujetos, no solamente por razón del castigo, sino también por causa de la conciencia. Pues por esto pagáis también los tributos, porque son servidores de Dios que atienden continuamente a esto mismo. Pagad a todos lo que debéis: al que tributo, tributo; al que impuesto, impuesto; al que respeto, respeto; al que honra, honra.”
Este pasaje no puede ser más claro: la autoridad es la autoridad, y si no se le obedece, se comete un pecado contra Dios. ¿Qué mejor excusa que ésta podría utilizar cualquier administrador del poder para manejar al pueblo a su antojo? Obviamente este pasaje fue “diseñado inteligentemente” para fines políticos. Si no obedeces, Dios te castiga. Ese es el lema necesario para mantener las aguas calmas y las mentes críticas dormidas.
Conclusión: Dios absolutamente injusto y estrechamente vinculado con intereses políticos.
“Sométase toda persona a las autoridades superiores; porque no hay autoridad sino de parte de Dios, y las que hay, por Dios han sido establecidas. De modo que quien se opone a la autoridad, a lo establecido por Dios resiste; y los que resisten, acarrean condenación para sí mismos. Porque los magistrados no están para infundir temor al que hace el bien, sino al malo. ¿Quieres, pues, no temer la autoridad? Haz lo bueno, y tendrás alabanza de ella; porque es servidor de Dios para tu bien. Pero si haces lo malo, teme; porque no en vano lleva la espada, pues es servidor de Dios, vengador para castigar al que hace lo malo. Por lo cual es necesario estarle sujetos, no solamente por razón del castigo, sino también por causa de la conciencia. Pues por esto pagáis también los tributos, porque son servidores de Dios que atienden continuamente a esto mismo. Pagad a todos lo que debéis: al que tributo, tributo; al que impuesto, impuesto; al que respeto, respeto; al que honra, honra.” (Romanos 13, 1-7)
Por último, en Lucas 3, 7-9 hay un ejemplo en el que se muestra el infierno como castigo eterno para los que no cumplen lo que manda Dios:
“Y decía a las multitudes que salían para ser bautizadas por él: ¡Oh generación de víboras! ¿Quién os enseñó a huir de la ira venidera? Haced, pues, frutos dignos de arrepentimiento, y no comencéis a decir dentro de vosotros mismos: Tenemos a Abraham por padre; porque os digo que Dios puede levantar hijos a Abraham aun de estas piedras. Y ya también el hacha está puesta a la raíz de los árboles; por tanto, todo árbol que no da buen fruto se corta y se echa en el fuego.”
Primer punto a considerar aquí: el arrepentimiento. La Biblia resalta la culpa como parte inherente del ser humano, y lo único que hay para combatirla es el arrepentimiento. Todo ser humano lleva una culpa innata (según la Biblia) y por ello hay que arrepentirse. ¿Pero, arrepentirse de qué? Tal parece que lo único importante es arrepentirse de los pecados en general (sin especificar qué pecados), es decir, lo que importa es convertirse en seres sumisos y subyugados; sin culpa real innata, pero arrepintiéndose de cosas que no se han cometido. En todo caso, lo que quiere decir el dios bíblico es que hay que arrepentirse simplemente de haber nacido, ya que el pecado nace irremediablemente con uno y la culpa acompaña nuestra vida entera.
Y la segunda cosa a considerar es lo que se dice en el último párrafo del pasaje mencionado: “el hacha está puesta a la raíz de los árboles; por tanto, todo árbol que no da buen fruto se corta y se echa en el fuego”. Esto quiere decir que todos ya estamos condicionados de antemano. Desde el momento que existimos el hacha está puesta sobre nosotros, y depende de si somos buenos o malos para que esa hacha nos corte o no. ¿Acaso eso no es una tortura psicológica? En caso de que seamos malos, el hacha nos cortará y nos iremos al infierno, en donde seremos torturados eternamente. Habría que pensar nada más cómo es que un espíritu inmaterial se puede quemar en el fuego físico. Por otro lado, el concepto de “ser malo” se vería condicionado según lo que Dios considere malo, lo cual, como ya hemos visto, es altamente contradictorio, variable y absurdo, situándonos entonces en una situación de constante condicionamiento y gran incertidumbre.
Conclusión: Dios torturador e inquisidor eterno.
Después de todo esto, resumiendo, tenemos a un Dios absolutamente absurdo y rencoroso, absolutamente vanidoso, absolutamente injusto y estrechamente vinculado con intereses políticos, y torturador e inquisidor eterno. Entonces, ¿de qué se habla cuando se menciona a un Dios absolutamente misericordioso, absolutamente bondadoso y absolutamente sabio? Si uno compara al Dios que se conceptualiza popularmente y el Dios bíblico, parecería que fueran dos personajes totalmente distintos y opuestos. El dios bíblico dista mucho de la bondad, la misericordia y la sabiduría.
Lo más probable es que la gente extraiga lo más conveniente de la Biblia para formar su idea de Dios, y dejar de lado lo malo, como si no existiera. Aún así, tienen el atrevimiento de declarar a la Biblia como el libro de mayor contenido moral y de sabiduría de la historia de la humanidad.
Habría que preguntarles en qué se basan para afirmar eso.

¿que es el vaticano?


¿Qué es el Vaticano?
Por: S
El Vaticano no es un Estado. No tiene ninguno de los atributos ni características clásicas de un Estado: Carece de territorio propio (es parte de Italia), no hay ciudadanos vaticanos (cada cuál tiene pasaporte de alguna otra nación. Hasta el propio papa viaja con pasaporte Italiano), su ejercito es de guardias Suizos, no se le reconoce como nación en el seno de las Naciones Unidas. No pertenece ni al "primer mundo", ni al "segundo" ni al "tercero".
¿Que es entonces? ¡Muy sencillo! Es una empresa transnacional que comercia con intangibles a futuro. Ahora que se viene señalando con índice de fuego el papel tenebroso que juegan las empresas transnacionales en el sostenimiento de gobiernos gorilescos y en el derrocamiento de los regímenes democráticos, es oportuno enfocar la atención sobre esta empresa transnacional que es el Vaticano, que no solamente es la más antigua del mundo, sino la mejor organizada. Al igual que la ITT, la Shell, la United Fruit, la Standard Oil, la Coca-Cola y todas las demás empresas transnacionales, tiene sucursales en muchos países del mundo y una pirámide de funcionarios y empleados, de diferentes nacionalidades, que le juran lealtad exclusiva. Un ejemplo de lo que significa para cualquier compañía transnacional el patriotismo lo vimos en el conflicto de Medio Oriente, en 1974, cuando la Standard Oil, supuestamente norteamericana, se rehusó a proporcionar combustible a la flota norteamericana del Mediterráneo, sí no se le compraba al precio que ella exigía.
Las transnacionales no tienen patria, únicamente intereses. Puesto que no tienen tampoco "pueblo", están liberadas de cualquiera preocupación democrática o de co-gobierno. La organización es monolítica, con líneas verticales de mando que se inician en el vértice de la pirámide, con un presidente y una Mesa Directiva, electos por la asamblea de accionistas y desciende, a través de órganos consultivos y ejecutivos, hasta los gerentes nacionales y los simples expendedores del producto. En la empresa vaticana, el "papa" es el electo por la asamblea de accionistas (el colegio de cardenales), los gerentes nacionales son los arzobispos, los regionales son los obispos y los concesionarios para la venta de la mercancía son los curas. Pero, hablemos un poco sobre esta mercancía, porque de ahí se derivan muchas de las peculiaridades de la empresa vaticana.
El artículo que viene exportando al mundo durante los últimos dieciocho siglos es, ya lo dijimos, un "intangible a futuros". Esto no es muy raro que digamos. Los bancos, las financieras y las compañías de seguros manejan intangibles. Las acciones de la bolsa de valores, los certificados de crédito, las cédulas hipotecarias, los billetes, los seguros de vida, todos estos son valores intangibles. Se llaman así porque no podemos ver, ni palpar, ni usar el bien material que se supone está por el papel que tenemos en la mano. Por ejemplo, un seguro de vida, por el cuál estamos pagando una prima anual ¿Qué es? Una simple promesa de la compañía de seguros de que, cuando muramos, le entregarán a nuestros seres queridos una cierta cantidad de dinero. Esta promesa es valiosa para nosotros y por eso pagamos la prima; pero no podemos tocar en este momento el dinero, ni usarlo, ni palpar los objetos materiales que pueden comprarse con él... el artículo que estamos adquiriendo es una simple promesa... es un "intangible a futuros".
El producto que vende la empresa vaticana se llama SALVACION EN LA OTRA VIDA. Cae dentro el ramo de los seguros de vida, con la modalidad de que no ofrece pagar a los deudos sino directamente al asegurado; pero en la otra vida. El artículo no es nuevo. Fue inventado hace más de 10.000 años; pero la novedad de la patente; la marca comercial, los membretes y símbolos, registrados hace 2,000 años, le dan su fisonomía actual. El pobre inventor de estas modificaciones, como siempre sucede, murió en la desgracia. Otros se han encargado de explotarla. La venta se hace a plazos semanales, libres de impuestos, empezando desde el primer día que el niño (sin siquiera saberlo) va al centro de propaganda, que es la iglesia de su barrio, y allí deposita una monedita. Como el monto de la retribución en la otra vida es proporcional a las aportaciones (menos las deducciones por mala conducta), se deja a cada quien la libertad de decidir cuánto invierte: ¡Allá él!
El comercio de intangibles depende fuertemente de factores psicológicos. Por principio de cuentas, el cliente necesita estar convencido de que el artículo existe en realidad, aunque no pueda verlo, ni tocarlo para comprobar objetivamente este aserto. Para esto se necesita fe. Fe en la calidad del artículo, fe en que le será entregado, fe en la solvencia moral de la empresa, fe en su personal. Mientras más irracional, absurdo y raro sea lo que se promete al consumidor, más fe necesita para desear adquirirlo y la empresa vaticana, para vender su producto, ha tenido que llegar al extremo de pedir a sus clientes que tengan fe ciega; que se pongan tapa en ojos y orejas para no ver ni escuchar a la razón ni al sentido común. Que sean mansos corderitos y no discutan... que sólo compren, compren y compren.
En realidad, el mayor peligro para el prestigio del producto y su consumo masivo ya no proviene de otros competidores. Ciertamente, en el pasado, la empresa vaticana sostuvo guerras sangrientas contra otras negociaciones transnacionales que pretendían arrebatarle el mercado; pero es justo reconocer que, a pesar de todo, logro imponerse en Europa y establecer agencias permanentes en América. A la fuerza, desde luego. Si comparamos el artículo romano con el árabe, veremos que este último está más vistosamente envuelto con huríes, ríos de miel y leche, finas viandas y eterna borrachera. Responde a los gustos y preferencias de pueblos libidinosos y sibaritas, de temperamento ardiente.
En Asia, el producto indostano se popularizó, gracias al acierto de ofrecer el pago de dividendos en otra vida, pero aquí mismo en la Tierra, no en una utopía celeste vaga y misteriosa. El inconveniente es que, desgraciadamente, la vida en nuestro planeta no es siempre agradable, aunque se encarne en un maharajá; pero a cambio de ello, la clientela de las empresas indostanas se enfrasca en una competencia desesperada por quedarse con los premios mejores, como jauría hambrienta que se pelea por un flaco hueso. A los que pierden se les ofrece la alternativa de salirse del juego y no volver más a esta Tierra. Muchos optan por esta solución. Mientras más feas se ponen las cosas en el mundo, son más los que quieren irse y no volver. La Buda & Nirvana International Corp. garantiza a sus clientes que les puede enseñar dónde está la puerta. En cuatro mil años de estar operando, nadie ha regresado para reclamarle.
La empresa vaticana se ha cuidado de no exagerar sus promesas para no perder credibilidad. Aunque sus artistas publicitarios llenaron las paredes de sus casas comerciales con perspectivas celestes, pobladas de angelitos retozando entre las nubes, ahora la empresa se ha quedado prudentemente callada sobre la localización exacta del paraíso en que ofrece cumplir a sus clientes la promesa de una vida eterna de felicidad. Ya no puede sugerir que esa mansión celeste flota en la estratosfera, ni tampoco la puede situar en otro planeta o sistema solar. Niega que esté dentro de cada uno de nosotros y no se atreve a postular una cuarta o quinta dimensión; por el temor de que algún día las matemáticas lleguen hasta ahí. Simplemente calla, en espera de que los telescopios descubran una barrera infranqueable para entonces decir que el paraíso está detrás de ella y que la única agencia de pasajes, es el Vaticano.
No es fácil, en un mundo que cada día se desatonteja más, vender boletos de primera y turismo hacia un encantador fraccionamiento celestial situado en el "más allá"; sobre todo porque no conviene describirlo con demasiado detalle y correr el peligro de que se descubra el fraude. Ya estamos escarmentados de fraccionadores aviesos que nos muestran preciosas maquetas y perspectivas con sol, fuentes, casas que siempre parecen más grandes de lo que realmente serán y chicas en bikini con incitantes sonrisas. Cuando llegamos al lugar, resulta que es un pedregal abandonado, lejos de todo y lleno de bichos repugnantes. Por eso, la empresa vaticana deja a cada quien que se imagine su lotecito como quiera, al cabo no puede ir a cerciorarse por sí mismo. Nadie puede alegar que le tomaron el pelo, porque sencillamente esa persona ya estará muerta.
Pero, para que la demanda del producto no disminuya ante el embate erosivo de la razón y de la ciencia, para que siga aumentando la clientela del artículo intangible que se llama SALVACION EN LA OTRA VIDA, los aboneros del más allá tienen que recurrir a las más variadas estrategias. Como todas las transnacionales, el consorcio vaticano tiene metida la mano en muchas partes: en la banca internacional, los bienes raíces, la prensa y, sobre todo en los gobiernos. Lo hace simplemente para proteger sus propios intereses. Es obvio que si la vida en este planeta fuese agradable y feliz, desaparecería el anhelo de alcanzar una vida mejor en un paraíso hipotético.
Para que alguien deseara salvarse, necesita haber algo indeseable de qué salvarse. Mientras haya miseria, habrá quien aspire a la riqueza; mientras haya dolor, habrá quiénes busquen placer; mientras haya opresión y esclavitud, habrá quiénes pidan ser liberados; mientras haya injusticia, habrá quiénes clamen por justicia. Si se alcanzan todas estas cosas aquí en la Tierra, se habrá matado a la gallina de los huevos de oro. ¿Como hacer, pues, para perpetuar la ignorancia, la miseria, la desigualdad, la opresión y todas las demás desgracias de la humanidad sin descubrirse como enemigo de ella, sino simulando ser su salvador? He aquí el dilema que encaró, hace siglos, la empresa vaticana y cuya solución es el cimiento de su estrategia internacional. Se funda en tres principios, o pretendidas virtudes teologales: FE, ESPERANZA Y CARIDAD.
Son tres poderosas armas, pintadas de blanco y camufladas con tanto arte que a su enunciación todos ustedes vibraron de emoción mística y ahora sentirán profunda indignación ante lo que juzgarán como sacrilegio: la demostración de que esta trilogía es el atentado más perverso que jamás se ideó contra la humanidad. Porque con la FE sea nula a la razón y a la inteligencia; con la ESPERANZA se convierte al hombre en esclavo de la casualidad, incapaz de planear, prever y calcular el futuro científicamente y con la CARIDAD se destruye el equilibrio sinérgico y se perpetúa la humillación, la invalidez y la miseria.
Las tácticas de los mercaderes de la inmortalidad son materia de la historia. Hablan de paz y, al mismo tiempo, instigan las guerras, bendicen las armas, distribuyen amuletos entre los contendientes de ambos bandos y se sientan a esperar para ver quien gana y entonar "te déums" en su nombre. Hablan de igualdad y defienden los privilegios de clase en los regímenes aristocráticos de explotación. Hablan de iluminación y apagan las luces del conocimiento. Los mercachifles del santo disimulo inventaron la confesión y la absolución, como medio para invalidar el sentido de responsabilidad social. Donde quiera que van les acompaña la distorsión de los valores naturales, del sentido común, de la ética y de la confianza de los hombres en sí mismos, para substituirlos por escalas de valores sobrenaturales, antinaturales, arbitrarios y ficticios, suficientemente impactantes como para dejar a los individuos sumidos en la confusión y abatidos por un complejo de culpabilidad, inducido arteramente (¡digan Uds!, nomás, ¿qué culpa tenemos de que Adán haya cohabitado con Eva?).
No hay rincón de la vida privada de los hombres donde los vendedores ambulantes de exorcismos y fetiches no se metan. Una vez acorralado su ganado, le sacan el mayor provecho posible: explotan la inseguridad que en ellos han cultivado cuidadosamente y que hace crisis en cada una de las decisiones trascendentales de la vida y ante cada evento de consecuencias imprevisibles; el nacimiento, el matrimonio, muerte, iniciación de un nuevo negocio, la enfermedad. Todo se presta para cobrar sobornos en nombre del ente que ellos colocaron en el centro del Universo para interferir caprichosamente con las leyes cósmicas naturales.
En fin. Eso es el Vaticano y su gran negociación transnacional. Podemos esperar que, si no logran derrotar a la ciencia, diseñarán nuevas tácticas para seguir gozando del monopolio mundial de intangibles sobrenaturales. Ya se ostentan como caudillos de la izquierda santificada y paladines de los pueblos desarrapados del Tercer Mundo; pero no nos equivoquemos: su único propósito es conducir a los tres mundos hacia el otro mundo, mientras ellos, gracias a Dios, se quedan en éste, disfrutando las ganancias de la operación "POR LOS SIGLOS DE LOS SIGLOS, AMEN".